Una de las frases del discurso bien practicado de Roberto Lango, propietario del museo de la Tijuanidad, es que "el burro se extingue, de las 60 carretas que había en la Avenida Revolución hoy solo quedan 3", lo corrijo, había 4, solo que el cuarto burro no era de carne y hueso, sino de fibra de vidrio y entre sus rayas se leía en un costado "Welcome" y en el otro "Tijuana".
Con emotivo mensaje, Roberto Lango anuncia el cierre del espacio museográfico que nos enseñaba más sobre Tijuana.
Esa ciudad que ante los ojos de muchos es de "mala muerte", ante los ojos de los mismos residentes es una ciudad sin cultura o historia, pero ¿qué nos pasa?
¿Porqué no cuidamos lo que tenemos?
En Ciudad de México el año pasado cerró el Museo del Reloj y me contaba su propietario que ante la gran oferta de museos en CDMX, el suyo, independiente, pequeño y que no estaba en una zona céntrica era inviable competir con los colosos del arte, como el Soumaya, Castillo de Chapultepec o el de Antropología.
En Tijuana son pocos los que tenemos y es nuestra obligación cuidarlos, visitarlos y promoverlos. El 1889 TJ Museum contaba historias que no es común escuchar como "los viñedos del Cerro Colorado" o la "invención de la pizza mexicana".
Cuando conocí por primera vez al "Burro" (Roberto) le dije que su museo debería ser visita obligada para todos los turistas y unos meses más tarde me contaba que cerraria las puertas.
En fin, una tristeza que se nos vaya un espacio donde nos enseñaba a los tijuanenses muchas razones por que estar orgullosos de nuestra ciudad.